Un banco realmente malo


Sobre este espinoso asunto se está hablando en los últimos meses, pero a medida que nos aproximábamos a la fecha de las elecciones generales el asunto se ocultaba o no se trataba de forma pública. Y es que promover la creación de un banco malo tal como lo plantea nuestro sistema financiero es, desde un punto de vista político, absolutamente contraproducente.

Algunos países han llevado a cabo tal acción, como por ejemplo Irlanda a principios de 2010 por un valor de 8.700 millones de euros, pero con un descuento del 47% sobre valor contable. Lo mismo ha ocurrido recientemente con el caso del banco franco-belga Dexia, donde los gobiernos de ambos países avalarían al “banco malo”.

Algunas entidades españolas como Bankia ya han creado sus propios “bancos malos” aportando activos tanto tóxicos como buenos. Y es que no se pueden separar los activos malos de los buenos y venderlos a una segunda sociedad, ya que está quedaría constituida con pérdidas desde el primer momento, y el Banco de España no lo aprobaría.

El problema que todos nos tememos es que el lobby bancario acabe convenciendo a nuestro futuro gobierno para que cree un “banco malo” con recursos públicos y se haga cargo de los activos tóxicos acumulados por la banca tras prácticas laxas en riesgos que han originado la absurda burbuja inmobiliaria, cuya explosión nos han conducido directamente a la situación actual.

Hay algunas variantes como la propuesta de algunos analistas indicando que se podría constituir un “banco malo” público exclusivamente de suelo; entiendo que para evitar una depreciación por deterioro y/o obsolescencia. Una venta en un futuro (digamos de 10 a 20 años) supuestamente podría compensar los gastos ocasionados a través de una potencial revalorización de estos activos. Pero todo esto son conjeturas en el país donde todo el mundo decía que “la vivienda nunca baja de precio”.

En este asunto hay tres cuestiones importantes que me gustaría resaltar:

¿Cómo se deben valorar los activos?

Es una pieza clave en este asunto.
Los irlandeses se hicieron cargo de todos los activos tóxicos, pero los adquirieron con un descuento del 47% de su valor. Aún siguen padeciendo las consecuencias de tal decisión.
Que algunos altos directivos de nuestra banca puedan pensar que el contribuyente aceptará la compra de activos al valor en el que están contabilizados en sus balances, sería de una simpleza insultante.
Al fin y al cabo, el Banco Santander rechazó una propuesta de compra de un fondo “oportunista” que, según la información transmitida a la prensa por ellos mismos, ofertaba  una quita de en torno al 60% del valor contable, según artículo de José Luis Ruiz Bartolomé, autor del libro “adiós, ladrillo, adiós”, en El Economista. Hay que pensar que el fondo compra para ganar dinero, debe estimar unos costes operativos, una depreciación que continuará en el tiempo (hasta el 55% según la prestigiosa revista The Economist), costes de deterioro, impuestos municipales, mantenimiento, posible vandalismo,… y obtener unos beneficios futuros, aunque también inciertos.
Si un fondo privado ofrece un descuento del 60% del valor contable de los inmuebles, por lógica no será un “banco malo” público el que haga una oferta mayor. Sería un auténtico desatino, además de un suicidio político para el gobierno que tome tal decisión.

Pero, si esto es así y finalmente se adquirieran con una quita del 60% sobre valor contable, ¿qué puede significar para las finanzas de nuestros bancos? Sin duda importantes pérdidas económicas ya que estamos hablando de una compra a un precio muy inferior al contable, y muy inferior a los porcentajes de las provisiones realizadas.

El riesgo país

Si el gobierno optara por la inyección de dinero público en un “banco malo”, hay que contar que las agencias de rating rebajarían automáticamente nuestra calificación en varios escalones, lo que significaría de forma inmediata que nuestra financiación pasa a ser más costosa y ésta, claro, sale del bolsillo del contribuyente.
Otro motivo importante para evitar esta decisión y posiblemente sea la más relevante: sería el tiro de gracia que nos arrojaría directamente al FMI y la obligación de establecer duras medidas de ajustes, con lo que eso significa de incremento de tasa de desempleo, entre otras dramáticas consecuencias.

El riesgo moral

No hace falta argumentar este riesgo, sólo hacer algunas preguntas.
¿Qué se le puede decir a cada una de las 4.300 personas que diariamente engrosaron las listas de desempleados registrados en el último mes de octubre cuando vean que el dinero público se utiliza para salvar a grandes bancos y cajas de ahorros, cuyos agujeros contables se deben a los desmanes cometidos por sus directivos?

¿Y qué se les puede decir, cuando vean el dinero del contribuyente ir a parar al banco que le ha embargado su propia casa? ¿O que ha tenido que cerrar su pequeña empresa por cancelación unilateral de una póliza de crédito?

Por los motivos comentados estoy convencido que la creación de un “banco malo” es absolutamente contraproducente para nuestra economía.
Soluciones como la creación de “bancos malos” de las propias entidades pueden solucionar, aunque sea parcialmente, el problema en el que ellos solos y de forma voluntaria se han metido. “Banco malo”, sí, pero jamás con dinero público.
Que sea el bolsillo del contribuyente, que sufre tasas de desempleo crecientes, el que sufrague esta idea disparatada, sería un suicidio político por parte del futuro gobierno y un descalabro para nuestra economía.

Y mientras tanto, los responsables de nuestros bancos no dejan de presionar al ganador de las elecciones generales con el argumento de que nuestra economía necesita una mayor financiación para volver a la senda de crecimiento y reducción del desempleo. El mismo argumento que utilizaron cuando el gobierno creo el FROB y defendió la “barra libre” del BCE. Hasta ahora, no vemos que esos fondos se utilicen en financiar a la economía, sino en tapar el enorme agujero que ellos mismos han creado.

Muchos me preguntan: ¿debemos dejar caer a los bancos insolventes como si fueran una empresa cualquiera? Mi respuesta es simple: sí.

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